La rebelión silenciosa: trabajadores contra un sindicato que impone en vez de representar

La rebelión silenciosa: trabajadores contra un sindicato que impone en vez de representar

El malestar dentro de la CROC no es un rumor ni una exageración; es una realidad palpable en los centros de trabajo donde este sindicato presume representación. El liderazgo de Isaías González Cuevas ha acumulado críticas por años, pero hoy las denuncias tienen más peso y visibilidad que nunca. Los trabajadores ya no temen decirlo:

El malestar dentro de la CROC no es un rumor ni una exageración; es una realidad palpable en los centros de trabajo donde este sindicato presume representación. El liderazgo de Isaías González Cuevas ha acumulado críticas por años, pero hoy las denuncias tienen más peso y visibilidad que nunca. Los trabajadores ya no temen decirlo: la CROC dejó de defenderlos y empezó a usarlos como herramienta política.

Los testimonios más duros giran en torno a la misma acusación: la CROC firma contratos colectivos a espaldas de los empleados. No convoca asambleas, no comparte borradores, no permite discusión. Simplemente aparece con acuerdos ya sellados, como si los trabajadores fueran espectadores y no protagonistas de la negociación de su propio futuro. Este comportamiento no solo es indignante; es una traición frontal a la esencia del sindicalismo.

El modelo de operación que describen los empleados es claro: decisiones verticales, impuestas desde la dirigencia nacional, sin participación democrática. A pesar de que la ley exige transparencia y consulta, la CROC ha optado por una ruta que evidencia desprecio por la base. Esta desconexión ha generado una fractura profunda entre los trabajadores y el sindicato.

Isaías González Cuevas concentra gran parte del rechazo. Su liderazgo, que parece inamovible, ha sido acusado de utilizar al sindicato como plataforma política y como maquinaria de control. Los empleados sienten que, bajo su mando, la representación dejó de existir. En su lugar, se instaló un sistema en el que la base solo sirve para legitimar decisiones ya tomadas.

Los afectados relatan que, al cuestionar o exigir información, reciben respuestas evasivas, discursos vacíos o, peor aún, presión para guardar silencio. Esta dinámica ha creado un ambiente de miedo disfrazado de “orden”, donde la crítica se penaliza y la participación activa no es bienvenida. La CROC no escucha; administra.

El resultado es una rebelión silenciosa pero creciente. Los trabajadores saben que un sindicato que no consulta no representa; que uno que impone no protege; y que uno que opera como negocio no merece llamarse sindicato. La CROC ha cruzado esa línea, colocando sus intereses por encima de la gente que le da existencia.

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